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Identificando nuestros "porqués": ¿Qué vacios intentamos llenar con objetos?

  • Foto del escritor: PACO DE MARTÍNEZ
    PACO DE MARTÍNEZ
  • 23 may
  • 3 Min. de lectura

Desentrañar las cadenas del consumismo requiere, ante todo, un ejercicio de introspección honesta. ¿Qué anhelos o inseguridades se ocultan tras nuestros impulsos de compra?. Es sorprendente cómo, a menudo, los objetos que adquirimos se convierten en representaciones simbólicas de necesidades emocionales que no estamos atendiendo de otra manera. Personalmente, en mi camino hacia el minimalismo, esta fue una de las preguntas que más me impulsaron a seguir adelante, aunque confieso que la idea de confrontarla inicialmente me produjo cierta aprehensión. 

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Por ejemplo, una persona que se siente insegura en sus relaciones puede recurrir a la compra de ropa de marca o accesorios costosos en un intento de ganar aceptación o admiración. Alguien que experimenta soledad puede llenar su hogar con objetos en un intento de crear una sensación de compañía o confort. El aburrimiento o la falta de propósito pueden llevar a compras impulsivas como una forma de buscar una emoción momentánea o una distracción de la rutina.


El psicólogo Abraham Maslow, con su jerarquía de necesidades, nos recuerda que las necesidades humanas fundamentales van más allá de lo material. Necesitamos seguridad, amor, pertenencia, autoestima y autorrealización. Cuando estas necesidades no se satisfacen de manera saludable, podemos recurrir a sustitutos superficiales como las posesiones materiales, buscando en ellas una satisfacción que intrínsecamente no pueden ofrecer.


Reflexionar sobre nuestras compras pasadas puede ser un ejercicio revelador. ¿Recuerdas esa compra impulsiva que hiciste la semana pasada? ¿Qué sentías en ese momento? ¿Estabas estresado, aburrido, solo? ¿Esperabas que ese objeto te hiciera sentir diferente? Analizar estas conexiones entre nuestras emociones y nuestros hábitos de consumo puede ayudarnos a identificar los "vacíos" que intentamos llenar con objetos.


Llevar un diario de compras y registrar no solo lo que compramos, sino también cómo nos sentíamos antes y después de la compra, puede proporcionar información valiosa sobre nuestros patrones emocionales y de consumo. Preguntarnos honestamente si una compra realmente satisfizo la necesidad subyacente o si solo proporcionó una gratificación momentánea es un paso crucial hacia un consumo más consciente.


Una vez que comprendemos mejor nuestros "porqués" y la influencia de la sociedad de consumo, el siguiente desafío es aprender a desapegarnos de los objetos que ya no nos sirven ni nos aportan valor. Para muchas personas, esta tarea puede ser más difícil de lo que parece, de hecho, para mí no fue trabajo fácil y no lo sigue siendo en la actualidad. Los objetos pueden estar imbuidos de recuerdos, emociones y un sentido de identidad. Deshacernos de ellos puede sentirse como perder una parte de nosotros mismos o traicionar un recuerdo.


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Sin embargo, aferrarse a lo innecesario puede crear un desorden físico y mental que dificulta la concentración, genera estrés y nos impide disfrutar plenamente de nuestro espacio y nuestro tiempo. Aprender el "arte del desapego" es, por lo tanto, un paso fundamental hacia una vida más minimalista y liberadora.


Existen diversas estrategias prácticas que pueden facilitar este proceso. El método KonMari, popularizado por Marie Kondo, se centra en ordenar por categorías (ropa, libros, objetos varios, recuerdos) en lugar de por ubicación. La clave de este método es tomar cada objeto en las manos y preguntarse si "despierta alegría". Si no es así, se agradece su servicio y se le permite seguir su camino. Este enfoque emocional puede ayudar a cambiar nuestra relación con los objetos y a tomar decisiones de descarte más conscientes.


Otra técnica útil es la regla de las 12-12-12: identificar 12 artículos para tirar, 12 para donar y 12 para devolver a su lugar. Este método proporciona un punto de partida concreto y manejable para comenzar el proceso que en inglés se denomina decluttering (sacar cosas que no necesitas de un lugar para hacerlo más agradable y útil) .


También se puede adoptar un enfoque más gradual, dedicando pequeñas cantidades de tiempo (por ejemplo, 15 minutos al día o un fin de semana al mes) a ordenar un área específica del hogar. Establecer metas realistas y celebrar los pequeños logros puede mantener la motivación a lo largo del proceso.


Para aquellos que tienen dificultades para desprenderse de objetos con valor sentimental, puede ser útil tomar fotografías de ellos antes de dejarlos ir. Esto permite conservar el recuerdo sin la necesidad de almacenar el objeto físico. Compartir historias sobre el significado de los objetos con amigos o familiares también puede ayudar en el proceso de desapego.


Las experiencias de personas que han abrazado el minimalismo a menudo resaltan la sensación de liberación y ligereza que se experimenta al deshacerse del exceso. Menos desorden físico a menudo se traduce en menos desorden mental, creando espacio para la claridad, la creatividad y la paz interior.


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